La ‘start-up’ Tracemark, que identifica las manos por las que han pasado las joyas, pretende ser un apoyo a la inversión.
A la industria del lujo, y especialmente la de los diamantes, le cuesta escapar de la sospecha. El brillo que tienen los diamantes, la talla de las piedras, el peso, su color o su origen no se pueden fabricar en una cadena de montaje, y eso define su carácter único y exclusivo. Su valor depende de todas estas cuestiones, pero en los últimos tiempos también de algo que no se encuentra en la piedra: su historia. La información sobre el origen, sobre quién la excavó y por cuántas manos y talleres ha pasado hasta que llega a la tienda es cada vez más importante. Algunos están convencidos de que le añade un valor que lo apuntala como inversión.
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